UNA CARTA CON POSDATA “PEQUEÑA” PERO CON MUCHO ÁNGEL
Pegajosas, ruidosas. “Cosas pequeñas”, murmuraba el viejo ajustándose la corbata. Los niños nunca le habían gustado.
Después de casi diez años sin noticias, una carta de su hijo. Su íntima amiga la señorita Soledad no debía estar muy contenta.
El timbre. Al abrir la puerta, algo abrazó sus piernas. “Hola, abuelo”. Al mirar hacia abajo, los ojazos negros de un ángel dinamitaron su corazón. Los mismos ojazos de su añorada esposa… Y sonrió por primera vez en casi diez años.