Anoche…
Anoche… Anoche, no una lágrima…
El último trago hizo entrar
a mi garganta en erupción.
Pero no había más dolor
que tu desgarrada ausencia,
ausencia que se hizo lava,
lava que hirvió con mi sangre,
sangre que fluyó con dolor.
Anoche… Anoche, no una lágrima, sino todo un mar…
Ni siquiera un poco de ti,
encontré hasta el amanecer.
Sin rumbo y sin rastro tuyo,
vagué entre los hombros fieles
de dos viejos compañeros,
uno mi árida mirada,
otro mi helado corazón.
Anoche… Anoche, no una lágrima,
sino todo un mar hubiera llorado…
Con humo de mi cigarro,
el viento se llevó mi alma.
Y es que reo de muerte caí,
condenado y vomitado,
en la loca celda oscura
que es el recuerdo del adiós
con tus labios suspirando.
Anoche… Anoche, no una lágrima,
sino todo un mar hubiera llorado…
por ver otro amanecer con tu sonrisa…