En la luna
En la luna. Anna. Con vestido de noche negro, y largos guantes de satén que le llegan casi hasta los hombros. Eternamente elegante. En la luna. Sentada tranquilamente sobre su mágica e inmaculadamente blanca superficie, fumando un cigarrillo rubio con una soberbia boquilla. Pensativa entre miradas perdidas y eternamente enamoradas. Eternamente elegante. Anna. En la luna. Distraída, acariciando por enésima vez sus negros cabellos, o dibujando con su fino dedo estrellas sobre el polvo lunar. A ratos muerde nerviosa su labio inferior, un labio de un rojo endiabladamente bien perfilado. Extraordinaria. Eternamente elegante. En la luna. Cuando los recuerdos alegres abordan su mente calmada, deja escapar una de esas sonrisas que cualquier hombre que se precie recuerda por mucho tiempo que pase. Sonrisas trovadoras que bordan su huella sobre las constelaciones de estrellas. Geniales. Eternamente elegante. Anna. En la luna…
En un gran campo de amapolas. Rojas, muy rojas. La Primavera. Con la mirada llena de esperanza y fija en el astro lunar. Suspirando por ella. Por Anna. La Primavera. Tiene sobre la cabeza una corona de flores, y una enredadera verde, muy verde le cubre el cuerpo con delicadeza y estilo. Collar de margaritas frescas y pendientes de rosa blanca recién cortada. La Primavera. Enamorada. Como siempre. Cae por su mejilla una lágrima del primer rocío de la mañana, una mañana que religiosamente le rinde culto. Perfume de magnolias mecidas por los rayos del sol, y tomillo joven. La Primavera. Enamorada. Como siempre. Sentada en un gran campo de amapolas.
Creo que esta primavera se ha enamorado tanto de Anna que, por verla más allá de los tres meses que se extiende su reinado al año, moriría antes que dejar su lugar al Verano…
En una larga playa. De arena blanca y muy fina. El verano. Con la piel tostada, y cegado por un sol de justicia, a pesar de sus gafas de sol. Suspirando por ella. Por Anna. Celoso de la Primavera, anhelando el momento de ocupar de una maldita vez su lugar. A la sombra de una frondosa palmera, le visten perfumadas algas sedosas. El verano. Cansado. Como siempre. Cinturón de conchas brillantes y anillo de coral húmedo. Adormecido por el mágico susurro del inmenso mar. El verano. Cansado. Como siempre. Tumbado en una larga playa.
Creo que el próximo verano va a ser eterno, porque la Primavera, el Otoño y el Invierno lucharán sin cuartel por rozar, aunque sólo sea rozar, los labios de Anna…
En un desolado parque gris. Sin caminos, sin vida. El Otoño. Cubierto el cuerpo de tristes hojas muertas, y la mente de una melancolía brutal. Suspirando por ella. Por Anna. Perdida la esperanza de volver a contemplarla, pasea sin rumbo silbando melodías pasadas de moda. Corbata de corteza de árbol seco, y bastón de rama de sauce, uno de tantos sauces que lloran a su vera. El Otoño. Bohemio. Como siempre. Ofrece migajas de pan duro a una ardilla de pelo gris tan solitaria como él. La lluvia le empapa el rostro, y ahoga sus reflexiones, siempre negras. El Otoño. Bohemio. Como siempre. Absorto en la lectura de un libro de poesías de páginas desgastadas. Miradas opacas. El Otoño. Bohemio. Como siempre. Escondido en un desolado parque gris.
Creo que este año no va a haber Otoño, porque piensa que no soportaría volver a ver sus ojos, los de Anna, porque piensa que derretirían su congelado corazón…
En una lejana montaña cargada de abetos. Nevada, muy nevada. El Invierno. Con los labios ateridos, fuma con el frío, sentados ambos sobre un trineo de una resistente madera. Suspirando por ella. Por Anna. Sobre sus doloridas rodillas descansa una vieja hacha de hoja mordida por el tiempo. El Invierno. Frívolo. Como siempre. Desde el cielo bajan desvergonzados los copos de nieve para adorarle como se merece. Escarcha plateada que se entromete en su barba, y hojas de acebo que forman con orden riguroso su bufanda. El Invierno. Frívolo. Como siempre. Su fiel reno espera paciente para seguir su camino. La nieve que tumba las ramas de los abetos susurra villancicos. El Invierno. Frívolo. Como siempre. Perdido en una lejana montaña cargada de abetos.
Creo que el Invierno no va a celebrar más navidades, porque sabe que Anna no va a sentarse nunca más a su mesa, y nunca más calentará a su melancolía…
En la luna. Anna. Con vestido de noche negro, y largos guantes de satén que le llegan casi hasta los hombros. Eternamente elegante. En la luna. Ajena a la Primavera. Y al Verano. Y al Otoño. Y al Invierno. Feliz con su luna. La luna que le regalé, y que rechazó. Anna. Extraordinaria. Eternamente elegante. Rechazó la luna, porque ya era suya, porque ya la adoraba, y la tenía por su reina. A ella. A Anna…